martes, 14 de junio de 2011

Parménides de Elea

Parménides. Sanzio. 1509–1510

Parménides de Elea (en griego Παρμενίδης ὁ Ἐλεάτης) fue un filósofo griego. Nació entre el 530 a. C. y el 515 a. C.* 1 en la ciudad de Elea, colonia griega del sur de Magna Grecia (Italia), ciudad que le debió también su legislación.
Parménides escribió una sola obra, un poema en verso épico, del cual nos han llegado fragmentos conservados en citas de otros autores. Los especialistas consideran que la integridad de lo que conservamos es notablemente mayor en comparación con lo que nos ha llegado de las obras de casi todos los restantes filósofos presocráticos, y por ello su doctrina puede ser reconstruida con mayor precisión.

Presenta su pensamiento como una revelación divina dividida en dos partes:
  • La vía de la verdad, donde se ocupa de «lo que es» o «ente», y expone varios argumentos que demuestran sus atributos: es ajeno a la generación y la corrupción y por lo tanto es inengendrado e indestructible, es lo único que verdaderamente existe —con lo que niega la existencia de la nada— es homogéneo, inmóvil y perfecto.
  • La vía de las opiniones de los mortales, donde trata de asuntos como la constitución y ubicación de los astros, diversos fenómenos meteorológicos y geográficos, y el origen del hombre, construyendo una doctrina cosmológica completa.
Tanto la doctrina platónica de las formas como la metafísica aristotélica guardan una deuda incalculable con vía de la verdad de Parménides. Por esto es por lo que muchos filósofos y filólogos consideran que Parménides es el fundador de la metafísica occidental.

Fuente: Wikipedia.



Fragmentos probablemente auténticos.

a) El proemio del poema.

1043 (28 B1, 1-32) S. E., Adv. Math. VII 111, y Simpl., Del Cielo 557, 28:

Las yeguas que me llevan tan lejos como mi ánimo alcanza
me transportaron cuando, al conducirme, me trajeron al camino, abundante en signos,
de la diosa, el cual guía en todo sentido al hombre que sabe.
Ahí fui enviado, pues ahí me llevaban las yeguas muy conocedoras
tirando del carro, y las doncellas iban adelante en el camino.
Los ejes en los cubos (de las ruedas) despedían un sonido sibilante
agudo y chispeante (pues era acelerado por dos ruedas bien
redondas por ambos lados), cuando con prisa me condujeron
las doncellas Helíades, tras abandonar la morada de la Noche,
hacia la luz, quitándose de la cabeza los velos con las manos.
Allí están las puertas de los senderos de la Noche y del Día,
y en torno a ellas un dintel y un umbral de piedra.
Ellas mismas, etéreas, están cubiertas por grandes hojas,
de las cuales Dike, la de abundantes penas, guarda las llaves de usos alternos;
hablándole con dulces palabras, las doncellas
la persuadieron sabiamente para que el cerrojo asegurado
quitara pronto delas puertas; entonces éstas abrieron sus
hojas en gigantesco bostezo, con lo cual las jambas,
muy labradas en bronce, una tras otra giraron en los goznes,
provistas de bisagras y pernos. Allí, a través de ellas,
las doncellas, siguiendo la ruta, derecho guiaron al carro y las yeguas.
Y la diosa me recibió benévola, tomó mi mano
derecha entre la suya, y me habló con estas palabras:

"¡Oh joven, que en compañía de inmortales aurigas
y las yeguas que te conducen llegas hasta nuestra morada,
bienvenido! Pues no es un hado funesto quien te ha enviado a andar
por este camino (está apartado, en efecto, del paso de los hombres)
sino Temis y Dike. Y ahora es necesario que te enteres de todo:
por un lado, el corazón inestremecible de la verdad bien redonda;
por otro, las opiniiones de los moratles, para las cuales no hay fe verdadera.
Pero igualmente aprenderás también tales cosas; como lo que se les aparece
al penetrar todo, debe existir admisiblemente."



b) El discurso de la Verdad.

1044 (28 B 2, 1-2; 28 B 2, 3-8) PROCLO, Timeo I 345, 18-20; SIMPL., Fís. 116, 28-32 a 117, 1:

"Pues bien, te diré, escucha con atención mi palabra,
cuáles son los únicos caminos de investigación que se puede pensar,
uno: que es y que no es posible no ser;
es el camino de la persuasión (acompaña, en efecto, a la Verdad);
el otro: que no es y que es necesario no ser.
Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable,
no conocerás, en efecto, lo que no es (pues es inaccesible)
ni lo mostrarás."

1045 (28 B 3) PLOT., V 1, 8:

"Pues (sólo) lo mismo puede ser y pensarse."

1046 (28 B 4, 1-4) CLEM., Strom. V 15:

"Observa cómo, estando ausentes, para el pensamiento las cosas están presentes.
Pues no se interrumpirá la cohesión del ente con el ente,
ya sea dispersándolo en todo sentido, totalmente en orden,
o bien combinándolo."




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sábado, 11 de junio de 2011

Heráclito de Éfeso

Heráclito llorando, por Hendrick ter Brugghen (1628).



Heráclito, hijó de Blosón (según algunos de Heraclón) de Éfeso. Tuvo su acmé en la Olimpiada 69. Llegó a hacerse sumamente altanero y desdeñoso, como se deduce también con claridad de su libro, en el que dice: "el conocimiento de muchas cosas no enseña a tener inteligencia, pues, de ser así, hubiera enseñado a Hesíodo, a Pitágoras y hasta a Jenofonte y Hecateo...."Acabó por convertirse en un misántropo; se retiró del mundo y vivió en los montes, alimentándose de hierbas y plantas. Convertido por esta causa en un hidrópico, bajó a la ciudad y en enigmas le preguntaba a los médicos si ellos serían capaz de convertir en seco el  tiempo lluvioso. Cómo éstos, no le entendían, se enterró en un estercolero en la esperanza de que, con el calor del estiercol, se iba a evaporar la hidropesía. Como ni aún así lo consiguió, murió a la edad de 60 años
Diógenes Laercio, IX 1




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EL LIBRO DE HERÁCLITO



192  Diógenes Laercio, IX 5  El libro a él atribuido se titula, por su contenido principal, Sobre la naturaleza, y está dividido en tres secciones: sobre el universo, la política y la teología. Se lo dedicó al templo de Ártemis e intencionadamente lo escribió, como algunos dicen, de un modo un tanto oscuro para que sólo tuvieran acceso a él los influyentes* y no fuera fácilmente despreciado por el vulgo... Su escrito gozó de tanta reputación que, por este motivo, le asignaron incluso discípulos, los llamados heraclíteos.

* Otros traducen: los capaces de entenderlo.



194  Fr. 1, Sexto, adv. math. VII 132  Siempre se quedan los hombres sin comprender que el Logos es así como yo lo describo, lo mismo antes de haberlo oído que una vez que lo han oído; pues, aunque todas las cosas acontecen según este Logos, se parecen los hombres a gentes sin experiencia, incluso cuando experimentan palabras y acciones tales cuales on las que explico, cuando distingo cada cosa según su constitución y digo cómo es, al resto de los hombres les pasan desapercibidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que se olvidan de lo que hacen cuando duermen.

195  Fr. 2, Sexto, adv. math. VII 133  Por tanto es necesario seguir lo común; pero, aunque el Logos es común, la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular.


196  Fr. 50, Hipólito, Ref. IX 9, 1  Tras haber oído al Logos y no a mí es sabio convenir en que todas las cosas son una.



199  Fr. 61, Hipólito, Ref. IX 10, 5  El mar es el agua más pura y más corrupta; es potable y saludable para los peces; para los hombres, en cambio, es impotable y deletérea.


200  Fr. 60, Hipólito, Ref. IX 10, 4  El camino arriba y abajo es uno y el mismo.


201  Fr. 111, Estobeo, Ant. III 1, 177  La enfermedad hace a la salud agradable y buena, el hambre a la hartura, el cansancio al descanso.


202  Fr. 88, Plutarco, Cons. ad Apoll. 10, 106 E  Lo mismo es vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez; aquellas cosas se cambian en éstas y éstas en aquéllas.


203  Fr. 10, (Aristóteles), de mundo 5, 396 b 20  Las cosas en conjunto son todo y no todo, idéntico y no idéntico, armónico y no armónico, lo uno nace del todo y del uno nacen todas las cosas.


204  Fr. 67, Hipólito, Ref. IX 10, 8  Dios es día - noche, invierno - verano, guerra - paz, hartura - hambre (todos los opuestos, éste es su significado); cambia como el fuego, al que, cuando se mezcla con perfumes, se denomina de acuerdo con la fragancia de cada uno de ellos.




205  Fr. 78, Orígenes, c. Celsum VI 12  La humana disposición no tiene un verdadero juicio, la divina, en cambio, sí lo tiene.


206  Fr. 102, Porfirio, in Iliadem 4, 4  Para dios todas las cosas son hermosas, buenas y justas, pero los hombres han supuesto que unas son justas e injustas otras.


207  Fr. 54, Hipólito, Ref. IX 9,5  Una armonía invisible es más intensa que otra visible.


208  Fr. 123, Temistio, OR. 5, pág. 69 D.  La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta.


209  Fr. 51, Hipólito, Ref. IX 9, 1  No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo (literalmente, cómo esto, estando separado, puede reunirse consigo mismo), hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.


210  Fr. 18, Clemente, Strom. II 17, 4  Quien no espera lo inesperado, no llegará a encontrarlo, por no ser ello ni escrutable ni accesible.


211  Fr. 80, Orígenes, c. Celsum, VI 42  Conviene saber que la guerra es común (a todas las cosas) y que la justicia es discordia y que todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad.


212  Fr. 53, Hipólito, Ref. IX 9, 4  La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres.


213  Aristóteles, Ét. Eudem. H 1, 1235 A 25  Heráclito censura al autor del verso "ojalá que la discordia desapareciera de entre los dioses y los hombres", pues no habría escala musical sin notas altas y bajas, ni animales sin macho y hembra, que son opuestos.


214  Fr. 12, Ario Dídimo, ap. Eusebium, P. E. XV 20, + Fr. 91, Plutarco, de E 18, 392 B  Aguas distintas fluyen sobre los que entran en los mismos ríos. Se esparce y... se junta.... se reúne y se separa... se acerca y se va.


215  Platón, Crátilo 402 A  Heráclito dice en alguna parte que todas las cosas se mueven y nada está quieto y comparando las cosas existentes con la corriente de un río dice que no te podrías sumergir dos veces en el mismo río.


216  Aristóteles, Fís. 3, 253 B 9 Algunos incluso afirman no que unas cosas se mueven y otras no, sino que todas están en constante movimiento, aunque este hecho se escapa a nuestra percepción sensorial.


217  Fr. 30, Clemente, Strom. V 104, 1  Este cosmos (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.


218  Fr. 31, Clemente, Strom. V 104, 3  Revoluciones del fuego: es, en primer lugar, mar y de este mar la mitad es tierra y la otra mitad exhalación brillante... (la tierra) se desparrama en mar y se mide en la misma proporción que tenía antes de convertirse en tierra.


219  Fr. 90, Plutarco, de E 8, 388 D  Todas las cosas se cambian recíprocamente con el fuego y el fuego, a su vez, con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el oro con las mercancías.


220  Fr. 64, Hipólito, Ref. IX 10, 6  El rayo gobierna todas las cosas.


221  Aristóteles, de caelo B 1, 284 A 11  Los antiguos asignaron a los dioses el cielo y la región superior porque creían que era la única zona inmortal...

222  Inscriptiones Graecae i, 945, 6 (Atenas, siglo V a. C.) El éter recibió sus almas y la tierra sus cuerpos.


223  Hipócrates de carnibus 2  Lo que llamamos "caliente" me parece ser inmortal, que aprehende todas las cosas, que oye, ve y conoce todas las cosas, tanto las presentes como las futuras. Su mayor parte, pues, cuando todo entró en confusión, se fue hacia la revolución superior y me parece que es a lo que los antiguos llamaron éter.




224  Diógenes Laercio, IX 9-10 (DK 22 A 1)  No aclara la naturaleza de lo circundante; contiene, sin embargo, una especie de cubetas giratorias, cuya parte cóncava está dirigida hacia nosotros; en ellas se juntan las exhalaciones resplandecientes y forman las llamas que son los cuerpos celestes; la más brillante y caliente es la llama del sol... éste y la luna se eclipsan cuando sus cubetas giran hacia arriba y las fases mensuales de la luna tienen lugar cuando su cubeta gira ligeramente.


225  Fr. 6, Aristóteles, Meteor. B 2, 355 a 13  El sol... es nuevo cada día.


226  Fr. 94, Plutarco, de exil. II 604 A  El sol no sobrepasará sus medidas, si lo hiciera, las Erinias, ejecutoras de la Justicia, lo reducirían a ellas.

227  Fr. 41, Diógenes Laercio, IX 1  Una sola cosa es la sabiduría: conocer con juicio verdadero cómo todas las cosas son gobernadas a través de todas las cosas.


228  Fr. 32, Clemente, Strom. v 115, 1  Una sola cosa, la única verdaeramente sabia, uiere y no queire que se la denomine Zeus.



229  Fr. 36, Clemente, Strom. VI 17, 2  Para las almas es muerte convertirse en agua, y para el agua es muerte hacerse tierra; de la tierra nace el agua y del agua el alma.


230  Fr. 118, Estobeo, Ant. III 5, 8  Un alma seca es muy sabia y muy buena.


231  FR. 117, Estobeo, Ant. III 5,7  Un hombre cuando está ebrio es conducido por un niño imberbe y va dando tumbos, sin saber por dónde va con su alma húmeda.


232  Fr. 45, Diógenes Laercio, IX 7  Nollegarías a encontrar, en tu camino, los límites del alma, ni aún recorriendo todos los caminos: tan profunda dimensión tiene.


233  Fr. 26, Clemente, Strom. IV 141, 2  El hombre de noche enciende para sí una luz cuando su visión está extinta; vivo, cuando duerme, está en contacto con el que está muerto y despierto con el que duerme.


234  Sexto, adv. math. VII 129 (DK 22 a 16)  Inhalando, según Heráclito, mediante la respiración esta divina razón (logos), nos hacemos inteligentes; nos olvidamos mientras dormimos, pero recuperamos de nuevo nuestros sentidos al despertar. Pues, al estar cerrados, durante el sueño, los canales de la percepción, nuestra mente se separa de su parentesco con lo circundante, conservando su única vinculación a través de la respiración, como si fuera una especie de raíz y, por esta causa, pierde la cpacidad de memoria que antes tenía. Mas, durante la vigilia, se asoma de nuevo a través de sus canales perceptivos como si fueran ventanas y tomando contacto con lo circundante se reviste de su poder de razón...


235  Fr. 25, Clemente, Strom, IV 49, 3  Pues las mejores muertes obtienen mejores asignaciones según Heráclito.


236  Fr. 63, Hipólito, Ref. XI 10, 6  Hasta él (o ello), que está allí, ascienden y se convierten en guardianes vigilantes de (los) vivos y de (los) muertos.


237  Fr. 136, Bodl. ad Epictetum, p lxxxiii Schenkl  Las almas muertas en combate son más puras que (las) que perecen de enfermedades.

238  Hesíodo, Erga 121 y ss. Pero cuando la tierra cubrió a esta raza, éstos se convierten en démones nobles por decisión del gran Zeus, en guardianes terrestres de los hombres mortales.

239  Fr. 62, Hipólito, Ref IX 10, 6  Inmortales mortales, mortales inmortales (o mortales inmortales, inmortales mortales, o inmortales son mortales, mortales son inmortales) viviendo aquéllos la muerte de éstos y éstos muriendo la vida de aquéllos.


240  Fr. 85, Plutarco, Coriol. 22  Penoso es combatir con cólera; pues cuando se desea se adquiere a expensas del alma.


241  Fr. 5, Aristócrito, Theosophia 68  Vanamente se purifican de los delitos de sangre machacándose con sangre, como si el que se ha metido en el barro pretendiera limpiarse con barro. Loco le parecería al que le viera intentando hacer esto. Dirigen también súplicas a estas estatuas como si se pudiera conversar con las casas, sin conocer la verdadera naturaleza de los dioses ni de los héroes.


242  Fr. 14, Clemente, Protréptico 22  Los misterios practicados entre los hombres son celebrados impíamente.


243  Fr. 15, Clemente, Protréptico 34  Porque si no celebraran las procesiones y cantaran el himno a las partes pudendas en honor de Dioniso, sus prácticas serían aún más desvergonzadas; el Hades y Dionisio, por el que se enloquecen y celebran las fiestas Leneas, son lo mismo.


244  Fr. 93, Plutarco, de Pyth. or. 21, 404 E  El señor, cuyo oráculo es el que está en Delfos, ni habla ni oculta nada, sino que se manifiesta por señales.


245  Fr. 92, Plutarco, de Pyth. or. 6, 397 A  La Sibila lleva más de mil años emitiendo por medio del dios con boca posesa cosas tristes, sin composturas y sin perfumes.

246  Fr. 101, Plutarco, adv. Colot. 20, 1118 c  Anduve buscándome a mí mismo.


247  Fr. 119, Estobeo, Ant. IV 40, 23  El carácter del hombre es su démon.


248  Fr. 43, Diógenes Laercio, IX 2  Hay que extinguir la insolencia más que un incendio.


249  Fr. 44, Diógenes Laercio, IX 2  Es necesario que el pueblo luche por la ley como si se tratara de la muralla (de la ciudad).


250  Fr. 114, Estobeo, Ant. III 1, 179  Es necesario que los que hablan con juicio se apoyen en lo que es común a todos, como una ciudad debe apoyarse en la ley e incluso con mayor firmeza. Todas las leyes humanas están nutridas por una sola, la divina, pues tiene tanto poder cuanto quiere y basta para todo e incluso sobra.


251  Fr. 29, Clemente, Strom v 59, 5  Los mejores escogen una sola cosa en vez de todas las demás, la gloria perpetua entre los mortales; la mayoría, en cambio, llena su vientre como bestias.





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